miércoles, 14 de octubre de 2009

De Javier Otaola.- Conferencia: Novela negra y lesbianismo.

Literatura negra y lesbianismo


"A Chloe le gustaba Olivia..., leí. Y entonces me di cuenta de que inmenso cambio representaba aquello. Era la primera vez que en un libro a Chloe le gustaba Olivia". Virginia Woolf.
1.- Lesbianas en la novela policíaca.

Con la publicación de The Leavenworth Case en 1878, Anna Katherine Green se convirtió en la primera mujer que escribió una novela detectivesca con un detective femenino: Amelia Butterworth. Green era una mujer de fuertes convicciones religiosas, victoriana en sus opiniones políticas y contraria al sufragio femenino que en principio por su condición no estaba destinada a destacar en este terreno de la literatura, pero su padre había sido abogado penalista y toda su vida había estado rodeada de hombres de leyes, policías, médicos forenses… en definitiva había vivido el mundo del crimen y del castigo. Con la excepción de su carrera como escritora llena de suspense y de historias detectivescas, con la que ganaba mucho más que se marido, Green seguía sintiéndose una mujer subalterna del varón y pensaba sin empacho que el lugar propio de la mujer era el hogar. Seguramente se habría escandalizado mucho de haber imaginado el rumbo que tomarían las cosas.
No fue hasta ¡¡100 años¡¡ después de la muerte de Green que una sabuesa lesbiana aparece en una obra de ficción. M. F. Beal crea en la novela Angel Dance, publicada en 1977, la primera novela en su género en la que aparece una investigadora lesbiana: latina, investigadora privada llamada Kat Guerrera, un personaje amargo, complejo y militante atrapado en la investigación de caso que cuestiona los dictados sociales sobre género, orientación sexual, raza y clase social.
La novela de Eve Zaremba A Reason To Kill (1978) le sucedió al poco tiempo pero su personaje principal no se identificará como lesbiana hasta la segunda entrega con Work For a Million (1986).
Katherine V. Forrest con su novela, Amateur City (1984), da a luz la primera policía profesional lesbiana: Kate Delafield: es una antigua infante de marina (marine) y LAPD detective de homicidios. La aparición de un nuevo tipo de detective lesbiana modelado en el formato tipo-duro (hard-boiled) es precedida por otros tres “personajes” femeninos heterosexuales: Marcia Muller y su Sharon McCone (1977), Sue Grafton y su Kinsey Millhone (1982), and Sara Paretsky y su VI Warshawski (1982).
En la novela tradicional de misterio el equilibrio en el que vive la sociedad queda roto por el crimen y es responsabilidad del investigador descubrir al culpable e intentar restaurar el orden moral y legal. En la mayoría de las novelas de misterio con una protagonista lesbiana –escritas en las últimas décadas del siglo XX en sociedades marcadamente desigualitarias- ese formato tradicional es subvertido ya que se da la paradoja de que la comunidad excluye y rechaza a “la investigadora” y en última instancia es precisamente esa estructura desigual e injusta la fuente del crimen. En estas novelas el extrañamiento de la investigadora respecto de los valores oficiales de la sociedad que defiende, precisamente la persona que se enfrenta a los criminales, y para lograrlo debe arriesgarse desafiando a poderosas fuerzas, en muchas ocasiones integradas en el sistema, se ve abocada a acudir a sus propios recursos: amigas, amantes o a la comunidad lesbiana.
Felicidad Olaizola no se corresponde con esta pauta, ya que Felicidad actúa investida de los poderes institucionales que le otorga su condición de inspectora- suboficial- de la Ertzaintza, en un medio laboral en el que aparentemente no sufre ninguna discriminación evidente:

Aunque se pude ver la detective de Otaola, según su propia confesión como una “outsider”, como alguien que habita o que al menos se identifica con los márgenes de la sociedad, en un buen número de ocasiones sin embargo la narración le coloca en una posición de privilegio y retratada como alguien que tiene una especial facilidad para atravesar las fronteras, tanto literal como figuradamente. Felicidad, es por ejemplo miembro de un antigua y elitista sociedad gastronómica en el País Vasco francés, lo que le obliga a cruzar fronteras geográficas y lingüísticas. Más significativo, sin embargo, quizá sea su muy privilegiada posición como portavoz de la policía en Bilbao en un coloquio televisivo. Es en este contexto que el invisible “otro” lesbiano, apropiándose de las prerrogativas del patriarcado, disfruta del privilegiado lugar del sujeto con voz propia. Para resaltar esta apropiación, es la voz de Felicidad la que cierra la narración, sugiriendo que aunque el patriarcado perdura, como lo atestigua la configuración de los acompañantes de Felicidad junto a su cama – Pastor Delgado (la religión), Nagusi (la ley), y el médico (la medicina) – la voz de lo otro no puede ser silenciada por los valores tradicionales y las instituciones (317)[1]

Esta característica optimista o quizá ingenua de mis dos novelas dedicadas –hasta la fecha- a Felicidad Olaizola puede tener que ver de un lado con la propia evolución de la sociedad española en este terreno y la sociedad vasca en particular, en la que se han producido avances de los que igual no somos conscientes, avances que hacen de nuestra sociedad un ejemplo de pluralismo que contrasta con las posiciones mucho más retardatarias de otras sociedades de nuestro entorno que hasta hace no mucho eran para nosotros un lejano horizonte, que hoy hemos superado (USA, Gran Bretaña, Italia, Irlanda). No olvidemos que existe en nuestro país actualmente una legislación civil que equipara a todos los efectos las uniones homosexuales y heterosexuales, instituyendo un matrimonio comprehesivo de ambas, e importante figuras sociales y mediáticas se reconocen con toda normalidad como homosexuales: exministros, y ministros, concejales y alcaldes, presentadores de televisión, Ararteko…; me atrevo a hacer algunas preguntas provocativas: ¿no habrá quedado superada por nuestra evolución social la posición estrictamente victimista de la comunidad lesbiana y haya llegado el momento de una posición más autoconfiada por parte de la comunidad lesbiana? ¿Mirandolo bien no es más extravagante, hoy entre nosotros, en nuestra sociedad pluralista y postmoderna una “monja” o un “cura” que una lesbiana o un gay?
Quizá tenga que ver también con el hecho de que como autor -varón y heterosexual- no llego a darme cuenta de las presiones y discriminaciones indirectas que las mujeres lesbianas pueden sufrir y describo la situación de mi personaje atendiendo a una visión demasiado benévola de nuestra realidad social.
Sobre esta cuestión dice cosas interesantes también mi admirada Jackie Collins[2]:
El caso de Brocheta de carne de Javier Otaola es un ejemplo poco común de este tipo de ficción, porque aunque la protagonista principal (Felicidad Olaizola) es lesbiana, resulta problemático, sin embargo, clasificarlo como “lesbian detective fiction” porque el autor es un hombre. En este contexto se puede interpretar la experiencia relativamente positiva de Felicidad en su trabajo dentro de la Ertzaintza en dos niveles: o al autor le falta el entendimiento de la discriminación que experimentan los gays y lesbianas entre los oficiales de policía, como se suele describir en la literatura policíaca expresamente gay y lesbiana, o quizá más radicalmente su retrato de la realidad es una apelación para que se reconsidere la construcción de esas identidades, sugiriendo que actualmente los sentimientos de alienación y persecución son fruto de percepciones interiorizadas más que el resultado de una opresión externa.
Otro elemento característico de la novela negra con protagonista lesbiana es la inclusión de los intereses sexuales y afectivos de la protagonista en la trama hasta el punto de esos intereses llegan a configurar una sub-trama en el conjunto de la novela mientras en el main streem del género esos aspectos suelen quedar minimizados. Es habitual que en el proceso de resolver el misterio del crimen la protagonista tenga que resolver también sus propios “enigmas” emocionales o sexuales. Escenas de sexo explícito y conflictos dramático-románticos son típicos.
Felicidad Olaizola cumple a rajatabla esta característica, y en efecto tanto en Brocheta de Carne como en As de Espadas, la trama policial en la que se ve envuelta la protagonista está trenzada con la sub-trama de los problemas emocionales, afectivos y sexuales de la inspectora. Sin embargo mi fuente de inspiración no ha sido la narrativa lésbica sino otros ejemplos de la narrativa policíaca y en particular la obra de Ed McBain y los casos que resuelven los investigadores del Distrito 87[3] en los que las vidas privadas de los diferentes investigadores se ven entremezcladas con su trabajo de investigación.
Para mí y para alguno/as lectores/as de este tipo de novelas el desenlace de la historia sentimental es tan importante como el desenlace del misterio criminal.
Curiosamente aunque muchas historias policíacas o negras enfocan también los sentimientos y reacciones subjetivas de sus protagonistas respecto de diferentes cuestiones: intereses amorosos, muerte y pérdida, infidelidad, consumo de drogas, conquistas sexuales, violencia…, parece que estos mismos intereses manifestados por una protagonista lesbiana no son bien aceptados por ciertos críticos y lectores/as.[4]
Tengo la impresión de que –en contra de lo que pudiéramos pensar- las sociedades anglosajonas, de larga tradición democrática, son sociológicamente sin embargo mucho más puritanas que la sociedad española. Los medios de presión religiosos y fundamentalistas manifiestamente homófobos están mucho más integrados en la sociedad civil y su influencia no es tan visible como en las sociedades católicas, pero sin embargo es mucho más efectiva. En el mundo anglosajón cuando en una novela aparecen pequeñas referencias al ligue o al sexo, aparentemente, la simple presencia de una lesbiana supone problemas. Marcia Muller, que ha escrito tres series diferentes de novelas, cuatro novelas autónomas y 23 relatos de misterio publicó Cyanide Wells, un thriller en el que uno de los personajes principales Matt, busca a su ex-mujer que ha desparecido en extrañas circunstancias. El personaje nunca fue acusado formalmente de su desaparición pero durante 14 años se esfuerza por limpiar su nombre de toda sospecha, cuando finalmente encuentra a su mujer, resulta que está viva, tiene un hijo y mantiene una relación lesbiana. En parte novela de misterio, en parte thriller la novela es una eficaz historia negra escrita por una autora de bestsellers. Y sin embargo desde el punto de vista de las ventas esta novela está significativamente por debajo respecto del resto de libros de esa autora. ¿Puede ser por la presencia de lesbianas entre los personajes principales?

Algunos autores anglosajones consideran que la introducción en un relato de misterio de miradas a la vida íntima de las protagonistas lesbianas deben evitarse para no enajenarse el interés del grueso de los lectores del género. De no hacerlo así se corre el riesgo de que las grandes editorials no lo publiquen. Nicola Griffith, autor de The Blue Place and Stay, recientemente declaró en AfterEllen.com: "Lesbian mysteries, that is, those books which are marketed as such, as opposed to crime novels that have lesbian characters, are focused on how the main character feels about being a lesbian. Often they are concerned with the main character's coming out. This tends to overwhelm almost every other aspect of the book. They become, in my opinion, unbalanced."
2.- Una mención especial: Isabel Franc y Lola Van Guardia

Jackie Collins[5] ha estudiado también a la escritora catalana Isabel Franc, que ha publicado varias novelas de género negro, pero en clave de humor, bajo el pseudónimo de Lola Van Guardia[6].

"No me llames cariño" - EGALÉS, 2004
Bajo una intensa lluvia otoñal, la inspectora García se dirige al Instituto Anatómico Forense. Han encontrado el cadáver de un hombre asesinado en, más que extrañas, curiosas circunstancias. No será el único. Alguien, con toda probabilidad una mujer, está matando hombres de forma tan limpia como sofisticada. Emma García se enfrenta al caso más difícil de toda su carrera en un momento en el que la vida presiona por todas partes: la crisis personal, la aparición de nuevos y antiguos amores, el abismo de la pasión, sus clases de catalán y los caprichos de la meteorología no se lo van a poner nada fácil. De la mano de Lola Van Guardia, Isabel Franc nos conduce una vez más por ese universo de mujeres que combinando intriga y humor, tanto nos hizo gozar en su trilogía.

"La mansión de las tríbadas" - EGALÉS, 2002
Amores, desamores, diversión, negocios y unas gotas de misterio, son los ingredientes principales de esta novela cuya trama se desarrolla en torno a una casa de turismo rural para mujeres. Con su habitual estilo ágil, inteligente, chispeante y lleno de ironía, la autora nos adentra de nuevo en ese mundo suyo donde reina la parodia. Junto a "Con pedigree" (1997) y "Plumas de doble filo" (1999), "La mansión de las tríbadas" viene a completar una trilogía insólita, en la que Lola Van Guardia ha sabido combinar de forma ingeniosa el suspense, el erotismo y la ternura, configurando un universo de mujeres lleno de humor.

"Plumas de doble filo" - EGALÉS, 1999
Una novela tremendamente divertida e inteligente donde los personajes, todos ellos mujeres lesbianas, se hacen rápidamente entrañables al lector. Lola Van Guardia sabe crear muy bien la atmósfera de suspense, en la que los acontecimientos nos llevan a una hilarante trama que va destapándose página a página. El amor, la amistad y la complicidad se dan cita en este libro, aderezadas con intrigas políticas. La autora retoma los personajes de su primera novela y nos deleita una vez más con las diferentes situaciones que se entretejen en torno de cada una de ellas.

3.- Felicidad Olaizola: Brocheta de Carne y As de Espadas

[3.1 ¿Por qué he escogido una protagonista lesbiana?]

En realidad mi inspiración a la hora de elegir el subgénero policíaco o negro vino determinada por varias circunstancias, en primer lugar como ya he dicho la lectura de las novelas de EdMcBain y su magnífico Distrito 87 en el que todos los detectives de la Comisaría conforman una especie de protagonista colectivo aunque en cada caso sea uno u otro el que dirija la investigación. Se me ocurrió que una fórmula de ese tipo me permitiría adoptar diferentes puntos de vista para mirar la sociedad vasca y sus contradicciones. Sucedió que de entre todos los inspectores o suboficiales de la Unidad de Investigación Criminal comenzó a destacar la personalidad de Felicidad Olaizola, pero mi intención era y sigue siendo proseguir la saga dando cancha a otros de los investigadores. Felicidad ha sido la estrella en las dos novelas publicadas Brocheta de carne, y As de Espadas, y lo será en la próxima, Un asunto diabólico, pero seguramente dejará paso a otros u otras en futuras aventuras.

Según mi propia reflexión la construcción de Felicidad Olaizola es tributaria de ciertas intuiciones, más o menos inconscientes. (1) En primerísimo lugar algunas imágenes que quedaron en mi retina durante los dos años en los que frecuenté la Academia de la Ertzaintza en Arkaute, como profesor de Derecho Constitucional y Estatuto. Fue un periodo estimulante que me permitió estar en contacto con un nuevo cuerpo policial que recuperaba una tradición violentada por la Guerra Civil y la Dictadura franquista, y que surgía en una sociedad sedienta de libertades, pero también llena de contradicciones. En esos meses conocí a multitud de alumnos y alumnas de la Ertzaintza, y me enamoré de su uniforme rojo. Archivé mentalmente algunas imágenes de mujeres, uniformadas, y no pude por menos que escoger alguna de ellas y darle vida en la ficción.
(2)Por otro lado pensé que podría identificarme más fácilmente con una mujer a la que le gustaran las mujeres, ya que en cierto modo yo también soy lesbiano, es decir también a mí me gustan las mujeres. Pensé que ese deseo compartido me haría tener algo en común con mi personaje. Sin embargo ahora me asalta la duda de si el deseo lesbiano se parece en realidad al deseo masculino. He mantenido algunas conversaciones con una buena amiga lesbiana que no tendrían nada que envidiar a las típicas charlas sobre mujeres, de esas que mantenemos secretamente los hombres, pero sin embargo no estoy seguro de que estemos hablando de la misma clase de deseo. Quizá no. Sin embargo, como heredero de la Ilustración soy de la opinión de que más allá de nuestras diferencias culturales y de género, de orientación sexual o ideológica, hay una humanidad común que conecta a todos los seres humanos, y la literatura es una buena demostración de ello. Por esos somos, a pesar de la distancia temporal y cultural que nos separa de esos autores, capaces de entender y apreciar el teatro de Sófocles, o de Shakespeare o de Calderón, las danzas tribales de la Amazonía y la novela rusa, el cine mudo, el ritual shintoísta o hindú, y la música étnica de cualquier parte del mundo.
Gustave Flaubert, uno de mis más admirados escritores, cuando fue preguntado por sus fuentes de inspiración para llevar a cabo esa obra gigantesca de la literatura universal que es Madame Beauvary, dijo desafiante: “Madame Beauvary soy yo”. En el mismo sentido puedo decir que Felicidad Olaizola soy yo.
(3)También pudo ayudar en la elección de Felicidad el hecho de que tengo predilección por los herejes y las herejías[7]; me gustan aquellos y aquellas que son insolentes, es decir que rompen las solencias, -lo que se SUELE hacer- y fuerzan las costuras de la realidad para ampliarla.
(5)Por último, pero no menos importante, os confieso una pequeño secreto me atraen, física y moralmente, como a Céline, las mujeres “bellas y lesbianas”.
Tengo que reconocer nonobstante que en ese momento no era consciente de todas las implicaciones ideológicas, psicoanalíticas, simbólicas –fálico/vaginales- género-identitarias, y feministas que esa opción entrañaba. Para mí la elección de una protagonista lesbiana era una opción tan natural o tan peculiar, como podría haber sido elegir a un protagonista calvo, pelirrojo, vegetariano o budista. Inicialmente no fui consciente de que estaba realizando una obra de Literatura lésbica[8][9] [¿?]. Aunque no todas las lesbianas admitirían que un autor –varón y heterosexual- pueda hacer literatura lésbica. Atendiendo a los criterios que expone Julie Abraham, ese concepto englobaría una amplia producción de textos que tendrían en común el hecho de compartir las circunstancias históricas concretas que viven las escritoras que los producen, tal y como lo comenzó a representar Virginia Woolf en Orlando.

Así se define por ejemplo la Lambda Literary Foundation en su página web: is dedicated to raising the status of openly lesbian, gay, bisexual and transgendered people throughout society by rewarding and promoting excellence among LGBT writers who use their work to explore LGBT lives.

Sin embargo la Golden Crown Literary Society [[10]]y sus premios dedicados a promover la imagen de la comunidad lesbiana define como literatura lesbiana aquella con contenido lésbico significativo en sus personajes y/o temas sin atender al género o la orientación sexual de su autor o autora. A saber: aquella literatura producida por lesbianas, gays, bisexuales y transexuales /O/ que incluyen personajes, temas o narrativas que conciernen e incluyen a miembros con esas identidades sexuales, cualquiera que sea la orientación sexual de su autor[11].

En todo caso este es análisis que hace de mi primera novela Jackie Collins:


En Brocheta de Carne, Otaola …rompe con el tradicional modelo del hombre como sujeto y la mujer como objeto y al hacerlo descompone el orden simbólico patriarcal, que se sobreentiende organizado alrededor de las diferencias entre el falo y su ausencia. De este modo el escritor logra desestabilizar la identidad del sujeto típico y asimismo, en una relación entre dos mujeres, la identidad lesbiana ocupa la posición simultánea de sujeto y objeto. Consecuentemente, con el falo eliminado del paradigma, aquello que constituye la diferencia es eliminado. (Cixous; Irrigaray, Ce sexe; El cuerpo). Para subrayar el paradigma libre-de-falo, se hace una referencia al hecho de que el club donde las dos mujeres se encuentran no es un club de “camioneras” (65).[12] Esta referencia sirve para excluir toda semblanza de masculinidad del texto.
[3.2 Sexualidad y crimen]
La primera novela de Felicidad Olaizola trata precisamente de una investigación policial sobre una serie de crímenes sexuales, el título es bastante expresivo: brocheta de carne, hace referencia a la reducción a carnalidad que implica la voluntad feminicida del asesino o asesinos, las víctimas son ensartadas con un pincho moruno en el corazón, en un gesto simbólico bastante explícito.

La pulsión sexual, es una de las motivaciones típicas del crimen junto con el dinero, el poder y la venganza. En Brocheta de carne, la sexualidad está muy presente en la mente del criminal, de una manera criminal, pero también está presente en la mentalidad y en la vida de la investigadora:

La característica principal que distingue a Felicidad es su sexualidad. Aunque el hecho de ser lesbiana no es un secreto y no parece, por las conversaciones, que el tema suponga ninguna preocupación en el mundo en el que Felicidad se mueve. En realidad es mas bien la propia Felicidad la que cuestiona, en determinados momentos, su sexualidad; en el curso de esa autoanálisis llega a considerar la vieja teoría de que ser lesbiana es en realidad ser un varón atrapado en el cuerpo de una mujer. (Wolf y Penélope 9; Otaola 47).[13] De hecho la única referencia peyorativa a su sexualidad se encuentra, quizá significativamente, en los pensamientos de Chefo, el asesino en serie, cuando considera a Felicidad como su próxima víctima, refiriéndose a ella despectivamente como “polizonte” o “tortillera” (301). Es concebible que el hecho de participar en esa condición social desviada permita al asesino no sólo nombrar la sexualidad de la protagonista sino también denigrarla, a pesar de la ausencia de cualquier reconocimiento o elemento de rechazo al lesbianismo de Felicidad por parte de sus iguales.[14]

[3.3 Visibilidad lesbiana. La lucha por el espacio público]
El de espacio público es un concepto técnico utilizado recientemente en ciencias humanas y sociales contemporáneas, el concepto conoce un gran desarrollo con la publicación de la habilitación profesoral de Jürgen Habermas titulada en castellano Historia y crítica de la opinión pública. La transformación estructural de la vida pública pero que en francés fue publicada como L'espace public : archéologie de la publicité comme dimensión constitutive de la société bourgeoise. En esta obra, Habermas describe el proceso por el cual el público (constituido de individuos que hacen uso de su razón) ocupa la esfera o espacio público controlado por la autoridad y lo transforma en espacio (metafóricamente hablando) donde la crítica se ejerce contra el poder del Estado. El proceso en cuestión data del siglo XVII en Inglaterra (y, aproximadamente, treinta años más tarde en Francia), siglo de desarrollo de la urbanización y de la aparición del concepto de espacio privado en la burguesía de las ciudades. Habermas muestra cómo las reuniones de salón y los cafés han contribuido a la multiplicación de los debates y discusiones políticas, los cuales gozan de una publicidad por medio de los medios de comunicación de la época (relaciones epistolares, prensa naciente).
El concepto de “publicización” -como visibilidad y difusión de la información y los temas de debates mediante los medios de comunicación- es un elemento clave de la teoría de Habermas y forma parte, muchas veces inconsciente de la opinión pública y actúa como un factor de control del poder social y politico. No es por lo tanto inocuo determinar qué temas, qué imágenes, y qué modelos forman parte de ese espacio y cuales no. De ahí la relevancia que puede tener la presencia de detectives lesbianas, y la ghetización que denuncian algunos autores anglosajones en relación con la literatura que incluye protagonistas lesbianas. En ese sentio me siento orgulloso de haber abierto una brecha en ese muro de silencio relativo que oculta la visibilidad lesbiana, así concluye también mi admirada Jackie Collins:
Para concluir, podemos decir que en la literatura occidental contemporánea no faltan ejemplos de lesbianas detectives donde la protagonista principal (lesbiana) resuelve el crimen con la ayuda de otros personajes (normalmente femeninos), logrando el restablecimiento del orden social quebrado por el delito. Sin embargo, normalmente y en cierto sentido irónicamente, lo que distingue a Brocheta de carne de otras creaciones literarias es que aquí, esa ficción es obra de un autor masculino que logra crear un personaje que es capaz de desenvolverse simultáneamente en el espacio de lo integrado y en sus márgenes.
A pesar de que la mujer protagonista de Brocheta de carne en un momento determinado ocupa el papel de víctima en la historia, el rol tradicional de las mujeres en la novela negra, y a pesar de que sufre una considerable pérdida personal en la narración, se puede decir que con su personaje, Felicidad, Otaola logra crear una detective lesbiana que es capaz de resolver la tensión que existe entre los márgenes y la centralidad social sin obligar al personaje a volver a la marginalidad. La base de esta construcción narrativa, que parece contradecir el prototipo de la mujer detective de Klein, puede subyacer en una revalorización del estatus de la condición lesbiana en la sociedad; el autor quizá viene a sugerir que la sociedad española ha evolucionado en la percepción de la mujer lesbiana y que les corresponde ahora a las lesbianas hacer lo propio. Todo esto tiene como fondo los recientes cambios legislativos producidos en España (en particular la introducción de los matrimonios homosexuales en julio de 2005) y los datos estadísticos aportados por el Centro de Investigaciones Sociológicas, de 2004 que recogen que la opinión pública, en un 68% considera que los gays y lesbianas deben tener los mismos derechos que los heterosexuales. Todo esto puede indicarnos que quizá ha llegado el momento para las lesbianas de reconsiderar la validez de una identidad lesbiana marginalizada en una sociedad donde las normas convencionales han cambiado y siguen cambiando.[15]



Bibliografía de referencia

"(¿) Una felicidad convencional (?) – Investigating the lesbian detective in Javier Otaola's Brocheta de Carne". Hispanic Crime and Mystery Fiction, Clues: A Journal of Detection series. Eds.Gianna Martella, Gianna & Jacky Collins. Heldref Publications, Washington, DC, 2006.

Berglund, Brigitte. “Desires and Devices: On Women Detectives in Fiction”. The Art of Detective Fiction. Eds Warren Cherniak, Martin Swales & Robert Vilain. Basingstoke: Macmillan, 2000: 138-152.
Cixous, Hélène. La risa de la medusa. Madrid: Anthropos, 1995.
Dollimore, Jonathan. Sexual Dissidence: Augustine to Wilde, Freud to Foucault. Oxford: OUP, 1991.
Dunant, Sarah. “Body Language: a Study of Gender and Death in Crime Fiction”. The
Art of Detective Fiction. Eds Warren Cherniak, Martin Swales & Robert Vilain. Basingstoke: Macmillan, 2000: 10-20.
Humm, Maggie. Border Traffic Strategies for Contemporary Women Writers. Manchester: MUP, 1991.
Irigaray, Luce. Ce sexe qui n’est pas un. Paris: Minuit, 1977.
—. El cuerpo a cuerpo con la madre. Barcelona: La Sal, 1985.
Klein, Kathleen Gregory. “Habeus Corpus: Feminism and Detective Fiction” Feminism in Women’s Detective Fiction. Ed. Glenwood Irons. Toronto: UTP, 1995: 171-189.
Kristeva, Julia. Revolution in Poetic Language. New York: CUP, 1974.
Otaola, Javier. Brocheta de carne. San Sebastian: Hiria, 2003.
Plain, Gillian. Twentieth Century Crime Fiction: Gender, Sexuality and the Body. Edinburgh: EUP, 2001.
Porter, Dennis. The Pursuit of Crime: Art & Ideology in Detective Fiction. New Haven: YUP, 1981.
Tomc, Sandra. “Questing Women: The Feminist Mystery after Feminism”. Feminism in Women’s Detective Fiction. Ed. Glenwood Irons. Toronto: UTP, 1995: 46-63.
Whitlock, Gillian. “‘Cop it Sweet’: Lesbian Crime Fiction”. The Good, The Bad and The Gorgeous: Popular Culture’s Romance with Lesbianism. Eds. Diane Hamer and Belinda Budge. London: Pandora, 1994: 96-118.
Wilton, Tamsin. Lesbian Studies: Setting An Agenda. London: Routledge, 1995.
Wolfe, Susan J. & Julia Penelope. Sexual Practice/Textual Theory: Lesbian Cultural Criticism. Oxford: Blackwell, 1993.
Zimmerman, Bonnie. “What has never been”. Sexual Practice/Textual Theory: LesbianCultural Criticism. Eds Susan J. Wolfe & Julia Penelope. Oxford: Blackwell, 1993, 33-54.


[1] Jackie Collins.- (¿)Una Felicidad convencional (?): Investigando a la detective lesbiana en “Brocheta de Carne” de Javier Otaola.- Clues: A journal of detection.
http://www.mcfarlandpub.com/clues.html

[2] Entrevista: Jackie Collins
"Me sorprende la tolerancia de los vascos ante la sexualidad"
El País, País Vasco arg., 2007-01-17 # T. G. Crespo · Vitoria

[3] http://www.edmcbain.com/

[4] Judith Markowitz writes: "Despite the attempt to reach a crossover audience, gay/lesbian detective fiction remains ghettoized, unlike mysteries featuring African American and heterosexual women main characters. Furthermore, mainstream bookstores still allocate very little shelf space to gay/lesbian mysteries… The end result is continued invisibility of this body of literature which, in turn, restricts the visibility of lesbian and gay life as a whole" (p. 6).

[5] “The van Guardia trilogy - A world beyond”. Hispanic and Luso-Brazilian Detective Fiction: Essays on the Genero Negro Tradition. Eds. Renée W. Craig-Odders, Jacky Collins & Glen S. Close. McFarland: Jefferson NC, 2006.
“(Un)Natural Exposure: Lola van Guardia's Plumas de Doble Filo”. Mujeres Malas: Women’s Crime Fiction from Spain. Manchester Crime Fiction Series. Eds. Jacky Collins & Shelley Godsland. MMU: Manchester, 2005.

[6] http://www.lolavanguardia.com/

[7] Sheila Jeffreys .- La Herejía lesbiana
[8] The Lesbian in Literature de Gene Damon (Barbara Grier).
[9] The Golden Crown Literary Society (GCLS) asociación norteamericana creada en 2004 establece unos premios anuales para obras con contenido lésbico significativo –literatura lesbiana- sin atender a la orientación sexual de su autor. http://www.goldencrown.org/site/

[10] Our Mission :The Golden Crown Literary Society (GCLS) is a literary and educational organization for the enjoyment, discussion, and enhancement of lesbian literature. Our goals are to support and strengthen quality lesbian literature by providing places for readers and writers to interact, TO encourage and assist new writers and established authors, and to recognize and promote lesbian work.
http://www.goldencrown.org/site/index.php/public-mission


[11] Lesbian literature includes works by lesbian authors, as well as lesbian-themed works by heterosexual authors. Even works by lesbian writers that do not deal with lesbian themes are still often considered lesbian literature. Works by heterosexual writers which treat lesbian themes only in passing, on the other hand, are not often regarded as lesbian literature

http://en.wikipedia.org/wiki/LGBT_literature#Lesbian_literature

[12] “Camioneras” equivale al inglés butch: notably or deliberately masculine in appearance or manner
[13] “¿Pero en realidad su deseo era un deseo de varón escondido en el cuerpo de una mujer?”
[14] Hasta 85 países miembros de las Naciones Unidas castigan la homosexualidad como un crimen, según un informe de la Asociación Internacional de Gays y Lesbianas (ILGA).
En Arabia Saudí, Emiratos Árabes Unidos, Irán, Mauritania, Nigeria, Somalia, Sudán o Yemen el castigo es la muerte. Y en Guyana, Malasia, Nicaragua, la India y buena parte de África se paga con la cárcel.
En varias ocasiones, el Comité de Derechos Humanos de la ONU ha declarado que estas leyes violan el derecho internacional.

[15] Centro de Investigaciones Sociológicas nº 2568

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